jueves, 17 de marzo de 2011

Padre, Hijo y Espíritu... (El Monosabio)

No era la primera vez que escuchaba ese aforismo que sobrevuela como si de una cigüeña más se tratase, las callejuelas de la antigua Gracurris: “En Alfaro hay dos de todo: dos equipos de fútbol, dos asociaciones taurinas...”, pero en la noche de ayer, nuestros amigos del Toril, consiguieron darle esquinazo al tópico y aunando a toda la afición, nos obsequiaron no con dos, sino con las tres pasiones que forman esa Santísima Trinidad que Pablo García Mancha está presentando con tanto éxito y con tanta “majeza” diría yo, en los foros a los que es llamado. Pero es que después del evento, quienes tuvimos la fortuna de quedarnos a cenar, vivimos otra suerte de Trinidad, no escrita, que seguro seguro, dará envidia a los aficionados que disfrutan charlando de toros: Digamos que el padre místico fue Carlos Abella, el ahora director gerente del centro de asuntos taurinos de la Comunidad de Madrid, además de escritor y amante-erudito de la cultura taurina, nos contó un montón de historias, nos adelantó sus proyectos culturales para la plaza de Toros de las Ventas, y nos dejó pinceladas de esas bambalinas cuasicircenses que adornan la trastienda del coso más importante del mundo. Como hombre inteligente que es, sabe que vale más por lo que calla que por lo que cuenta y por supuesto, nadie osó intentar “tirarle” de la lengua porque el esfuerzo hubiera sido baldío. El hijo fue reencarnado por Pablo, quien por una vez en su vida, y sin que sirva de precedente, no fue el que más habló en la sobremesa y no lo hizo porque me consta, que como hombre inteligente que también es, sabe que escuchar de quien puedes aprender, es todo un privilegio. Sólo diré una cosa más de él: tiene amigos (parece una tontería pero no lo es, pensad en ello). El Espíritu Santo, llegó tras la presentación del libro. Venía desde Madrid, cansado e imagino que con ganas de estar con su mujer y su hija, pero Diego Urdiales, el maestro Diego Urdiales, también es de los que sabe tener amigos, y allí acudió y como siempre, al Grupo Mancha le dieron las tantas hablando de encastes, de Morantes, de Tomases, de México, de los Chopera, de El Cid, de Madrid, del maestro Rincón, de Sevilla, e incluso de Fran Rivera..., qué cosas, verdad?.

o Publicado en el blog El Monosabio

Presentada con éxito la 'Santísima Trinidad', por la Asociación El Toril de Alfaro

La noche de ayer pasó fugaz como fugaz es el arte de torear, si acaso el más efímero de todas las habilidades plásticas con que el hombre manifiesta su persecución máxima: tomar cuanto tiene en su propio entorno, malearlo y dotarlo de su propia humanidad, siendo la búsqueda de la belleza su objetivo final.

Texto original, aquí.
En el Palacio Abacial del Ayuntamiento de Alfaro, transcurridos quince minutos sobre la hora programada por motivos puramente meteorológicos, Carlos Abella abrió la velada con una acertado y fraterno acercamiento a las tres pasiones que se conjugan en el libro de Pablo García-Mancha y a la propia figura del autor, cuya amistad y complicidad quedó patente a lo largo de la presentación. Carlos, autor de biografías de diestros como José Tomás, Paco Camino o Luis Miguel Dominguín, es el actual Director Gerente del Centro de Estudios Taurinos de la Comunidad de Madrid y su paso por Alfaro no lo desaprovecharon los asistentes a la conferencia, que le preguntaron por la situación de la primera plaza de toros del mundo, cuál era planteamiento de ganaderías para esta nueva temporada o por dónde podría ir enfocado el nuevo pliego de condiciones que regirá el coso venteño durante los próximos años. Por su parte, Pablo fue desgranando con su habitual soltura dialéctica los entresijos del libro que presentaba, desde el primer contacto con la familia de Bodegas Ontañón, que le concedió libertad máxima para editar un libro que sirviese como emblema del veinticinco aniversario de la creación de la casa, hasta los pequeños detalles que siempre despiertan el interés de los más curiosos, como la visita de ese enemigo universal y contumaz que todo artista, sea torero o cantaor, recibe tiempo antes de pisar el albero o salir al escenario: el miedo, el miedo a no defraudar, el miedo al fracaso, el miedo a ser engullido al perder la confianza de todos aquellos que depositan sus ilusiones en poder ser espectadores, mediante el pago de una entrada, de las sutilidades que nacen de una garganta o en la palma de unas manos meciendo el tiempo. Como sorpresa final, se proyectó un vídeo que pudo visionarse el día de la entrega del penúltimo Capote de Oro de la Comunidad de La Rioja concedido a Diego Urdiales, en el que se pudo ver imágenes de la trayectoria artística de nuestro diestro mientras se escuchaba, entre acordes y silencios flamencos, la voz del propio Pablo relatando con poética emotividad las tardes más transcendentales del de Arnedo.Tras la presentación, la Asociación ofreció un lunch para acompañar la degustación de un excelente Reserva de Ontañón, que tuvo una gran acogida por el público y recibió grandes elogios en los corrillos. Agradecer a la familia Pérez-Cuevas, y especialmente a su hija Raquel, directora comercial de la bodega y que pudo acompañarnos personalmente, el interés por apoyarnos, por no dudarlo ni un solo instante desde que les planteamos la iniciativa, por su afabilidad, su cariño y su buen hacer, garantizándonos, con su presencia, nuestro éxito.

lunes, 7 de marzo de 2011

Santísima Trinidad, tríptico de pasiones, por Santiago Navascués

Si de religión estuviésemos hablando, el presente título haría mención a esa extraña convivencia de Dios en tres seres a un tiempo: padre, hijo, y espíritu santo. Pero no es de religión de lo que hablamos. O puede que sí.

Santísima Trinidad, el último libro del periodista Pablo García-Mancha es una obra que ahonda en las tres grandes artes que conmueven al autor por encima de todas las demás: flamenco, toros y vino. En ella, con ferviente devoción e inmerso en la profunda admiración que siente hacia los hombres y mujeres que sustentan cada una de estas pasiones, Pablo nos adentra en un mar tremendamente expresivo y ordenado a un tiempo, en el que las ideas y los conceptos, la didáctica y la historia, el sentimiento y la belleza que de este genial triunvirato dimana, confluyen a través de un torrente hábil y rico cargado de una suerte de arrebato cabal, el que carga su pluma y se extiende a lo largo y ancho de casi seiscientas páginas que el lector podrá degustar a pequeños sorbos, como esos silencios medidos que rompen el quejumbroso precipitar de una toná; como esa media verónica eterna y fugaz que dibujó en el aire venteño, en el pasado San Isidro, el mágico capote de Morante, que bien vale la feria entera; como los vinos con personalidad, los que colman de mil sensaciones a los paladares más exigentes.

Pablo nos acerca el flamenco de una manera amena y viva, sin olvidarse de tomarle el pulso a la historia que lo contempla. Nos enseña que, a pesar de lo que pueda parecer y de los múltiples esfuerzos por mantenerlo aislado que los supuestos protectores de este grial auténtico que conmociona y hace llorar pretenden , el flamenco es un arte vivo e híbrido, y que la mezcla de sangres, en lugar de privarlo de pureza, lo ha rebosado de vida y de matices nuevos, de rutas alternativas trazadas para que tocaores y cantaores transiten por ellas y puedan alcanzar el mismo objetivo, el de expresar toda la creatividad que albergan en su fuero interno con la mayor libertad posible. Por la época en la que le ha tocado vivir, hace un repaso a sus Dioses Mayores, entre los que destacan Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Chano Lobato, Mayte Martín, Rafael Riqueni, Enrique Morente, Carmen Linares, Niño Miguel, Poveda, Manolo Sanlúcar…

De igual modo, descubrimos el vino, su historia, sus dicotomías dentro y fuera de España e incluso en la propia Rioja, el buen mal que representó la aparición de la filoxera allá por los albores del siglo XX y que supuso un punto de no retorno entre el vino riojano de la época, entendido como un elemento más de la gastronomía perfectamente ligado a la cultura, y el vino que vendría después, al que se le dedican horas de estudio y análisis, lo seleccionan, lo cuidan, bregan por conseguir altas cotas de calidad renunciando a la aparente abundancia de la cantidad, porque al fin comprenden que sólo mediante la producción de buenos caldos se consigue alcanzar el alma, y lo que al alma toca, como lo que en la memoria se graba, perdura hasta el fin de los días en el corazón de los hombres.

Y si hay algo que se nota que prevalece en el corazón de Pablo, ese es el mítico, universal y eterno arte de los toros. Esta frase no es gratuita. Ni mucho menos. Esta frase resume cada una de las oraciones que vuelca en el pasaje que dedica a la tauromaquia, el más extenso y emotivo, el más sentido y apasionado, nacido al completo al calor de la entraña. Son los pilares sobre el que fundamenta su concepto de los toros, por este orden: José Tomás, su patria, una acertada aproximación para entender, el que quiera, al en ocasiones malentendido diestro de Galapagar; Diego Urdiales, torero de sus retinas, o la constatación de que los sueños, si se persiguen con paciencia, prudencia y perseverancia, se alcanzan con las yemas de los dedos, las mismas que precipitan el alma al torear; Morante, el toreo puro, o la máxima expresión de la genialidad y la belleza; y Pablo Hermoso de Mendoza, el torero sublime, el Julio César del rejoneo, que llegó, vio y revolucionó para que ya nada fuese igual. Finaliza con un paisaje impresionista en el que mezcla y da su sitio merecido a otros nombres, desde Sergio Domínguez a Curro Romero, pasando por Molés o Victorino. Principia la cuestión con su sobrecogedor y extremadamente bello “El toreo, un ejercicio del alma” un pensamiento en voz alta en el que nos brinda, embriagado de tardes en el recuerdo y de faenas soñadas, qué es para él el toreo. Quién esto escribe aún recuerda que el alumbramiento público de estas cuartillas, apenas tres pero en las que se vuelca como el legendario Antonio León en la suprema suerte, con verdad y por derecho, tuvo lugar en un abarrotado Teatro Cervantes al tiempo que los allí presentes, emocionados, teníamos la oportunidad de ver proyectado un magnífico video que hacía un bonito repaso a la trayectoria profesional del ganador del Capote de Paseo de La Rioja 2009, Diego Urdiales.
La principal conclusión a la que yo he llegado al leer este libro es que, por una parte, estos tres artes, como todos las demás, deben beber y beben de la tradición y de la historia para renovarse continuamente una y otra vez, para resucitar y seguir cautivando al que escucha, al que ve, al que prueba. En definitiva, al que siente.

La segunda de las conclusiones la obtengo tras la lectura, pero también la obtuve un buen día de boca del propio Pablo, uno de los primeros días que tuve la suerte de conocerlo. Y decía así “desconfía siempre de quien no adereza todo lo que hace con pasión, desconfía de los desapasionados, porque sin pasión, sin emotividad, sin entrega gratuita, no hay nada”.

o "Santísima Trinidad: Flamenco, Toros, Vino" será presentado por Pablo García-Mancha, y prologado por Carlos Abella, el próximo 11 de marzo a las 21.00 h. en el Palacio Abacial de Alfaro. Estáis todos invitados.

o Este artículo se puede leer en su enlace original aquí (Blog de la Asciación El Toril, de Alfaro)

martes, 1 de marzo de 2011

Vino y flamenco, diálogo sonoro (Santísima Trinidad en 7 Caníbales), por Cristina Alcalá



Rafael Riqueni, en Bodegas Ontañón
En el pasado mes de noviembre el flamenco fue declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco. El vino, tangible y bebible, no se ha llevado nada. Bueno, seamos optimistas, un poco sí, ¿no forma parte su consumo moderado de la dieta Mediterránea?. Pues eso, algo de consideración ha tenido la Unesco.

Pero más que de dietas, me gustaría hablar sobre el arte del flamenco y reflexionar sobre su relación con la cultura del vino. El motivo no es solo porque está de enhorabuena, sino porque da la casualidad de que en el último año he asistido a varios encuentros flamencos donde el vino tenía una presencia importante; he conocido a guitarristas, cantaores y palmeros de muy buen beber, entendidos y amantes apasionados del vino. Incluso en una ocasión tuve la oportunidad de compartir una interesante jornada de cata y flamenco, no sin cierto temor ante la audiencia que acudía, pues para mí era la primera experiencia “en directo” . Fue en Santa Cecilia (veterana tienda de vinos en Madrid), y mi compañero era El Mami, guitarrista que ha acompañado a grandes voces del flamenco. La atención, el silencio, la calma de las casi cien personas allí reunidas me impresionó. Un estilo, un palo, diálogo sonoro. Expresiones artísticas y tienen mucho en común. Y otra coincidencia más, pocos meses después salió publicado el libro “Santísima Trinidad”, editado por la bodega riojana Ontañón, y escrito por Pablo García-Mancha, donde flamenco y vino son protagonistas. Por cierto, una bodega cuyo lema es “viña, vino y arte”, y que desde el año 2001, fecha en la que inauguró su primer concierto entre barricas con Juan Habichuela, han pasado artistas de la categoría de Pansequito, Mayte Martín, José Menese, Enrique de Melchor o Rafael Riqueni.

Dos expresiones artísticas
El arte jondo o flamenco, y el arte del vino entendido como expresión cultural, son artes relacionadas con los sentimientos, con la emoción. Y ambos han traspasado fronteras. La disciplina del flamenco (cante, baile y guitarra), y el arte de elaboración (viña y bodega) son respetadas y llegan a casi todo los rincones del planeta independientemente de la cultura de origen. El flamenco, de lo que fue y es expresión artística de un pueblo, y de raíz española (aunque de dudoso e incierto origen), es un arte considerado como tal desde hace poco; es un arte relativamente joven, unos 200 años, pero que hoy merece el respeto del que en otros tiempos no muy lejanos carecía. El vino es parte de nuestra cultura mediterránea. Es la tierra, el trabajo del viticultor, ha sido y es economía familiar, y ha pasado a tener una consideración y respeto social hasta hace poco desconocida. El vino representa status en sociedades civilizadas. Hoy por hoy, vino y flamenco no tienen fronteras, representan parte de lo genuino español y triunfa en todo el mundo.

Vino y flamenco pueden ser interpretados y moldeados por el artista. El guitarrista transmite su ritmo, hace suyo una nota y acompaña al cantaor en su sentir de letra y música. El enólogo transmite su forma de entender el vino a través de la tierra, las uvas…incrusta en el vino su impronta. Pero ambos, y esto es lo más fascinante, puede ser interpretados por el espectador, por el aficionado. Flamenco y vino mantienen una relación especial con el público. Existe un acercamiento emotivo y sentimental sin necesidad de conocimientos artísticos ni técnicos. Lo emotivo está por encima de los estético. Nace del corazón, evoca los sentidos y despierta sensibilidades. Y aparece “el duende”, esa relación tan especial y única que conecta al artista con su público.

Jean Cocteau escribió, “el flamenco es un fuego que se empeña en morir y renacer”. La definición casi perfecta de la intemporalidad y universalidad del flamenco. Y del vino también. Vino y flamenco están sujetos a tendencias que lo enriquecen (aunque los puristas no estén de acuerdo). Están en constante evolución. Aparecen nuevas generaciones de intérpretes, artistas que dejan su huella en un arte puro, que reinterpretan una historia universal heredada. En el vino, nuevos enólogos y bodegueros que, a su manera, también interpretan la tierra, dan forma, su forma personal, al sentir del vino. Pero siempre, y en ambos caso, perdura y se hace presente el respeto al origen. Ya lo dijo Manuel Machado “vino, sentimiento, guitarra y poesía/ hacen los cantares de la tierra mía”.

o Artículo publicado por Cristina Alcalá | De narices, Vino y dijo... en www.7canibales.com