Pablo García Mancha presenta hoy su libro 'Santísima Trinidad' en Bodegas Ontañón con un recital de guitarra de Rafael Riqueni, por Diego Marín A., en larioja.com, con fotos de Antonio Díaz Uriel.
El flamenco, los toros y el vino se conjugan en un solo elemento, el libro 'Santísima Trinidad' de Pablo García-Mancha (Logroño, 1968). Publicado por Bodegas Ontañón con motivo de su vigésimo quinto aniversario, la publicación se presenta hoy a las 20 horas en las instalaciones de la empresa en la Avenida de Zaragoza, en Logroño, y contará con un recital de guitarra de Rafael Riqueni. García-Mancha, colaborador de Diario LA RIOJA, TVR y Punto Radio La Rioja, expone su triple pasión en este libro de «ideas y reflexiones».
-Queda claro, el flamenco, los toros y el vino son elementos amigos, se pueden conjugar, ¿no?
-Son tres temas diferentes, con sensibilidades diferentes. Yo no creo en los mitos ni en la pureza. En el flamenco siempre se habla de la pureza como elemento fundamental, pero yo defiendo que la mezcla es la esencia de la creación. Así surgen las manifestaciones artísticas. No quiero llamar arte a las tres, pero son disciplinas que se desarrollan en paralelo desde el siglo XIX.
-Pero, realmente, ¿tienen relación las tres? ¿Se puede hablar de que son tres hermanos?
-Decía Morente que solo hay dos cosas en las que se jalea con el «olé»: el flamenco y los toros. En lo que tienen nexos en común es en mí. ¿Quién puede comparar pintura y literatura? Sí es cierto que el flamenco y los toros comparten lexicografía, incluso semántica. Y a la hora de describir los vinos usamos términos taurinos. Pero son nuestros pensamientos y, al fin y al cabo, estos son palabras.
-Afirma que uno de sus «dioses mayores» en el flamenco es el recién fallecido Enrique Morente...
-Cómo no lo va a ser... Morente es parte de mí mismo, yo no sería igual sin él. Ha sido un cantaor radical, representa el alegato contra la pureza, contra los 'ismos' que han encorsetado al hombre. En 1977 graba 'Despegando', un disco rompedor, y también un homenaje a Antonio Chacón. Yo descubrí a Chacón gracias a Morente. Y uno de los guitarristas que más me conmueven es Riqueni, que actúa hoy en la presentación y al que Morente le editó su primer disco en su discográfica Discos Pobreticos.
-¿Y por qué no defiende usted la pureza ni en el flamenco, ni en los toros ni en el vino?
-Si todo fuera puro seguiríamos vestidos con una hoja de parra. Si el toreo fuera puro, se toreraría como en el siglo XIX. Si el vino fuera puro no se realizaría la fermentación maloláctica. La lucha debe ser radical contra la pureza. Sin ella conseguimos evolucionar. Morente hablaba de los «flamencólicos», una pureza muy triste y curiosa, añorar algo que no se ha vivido.
-Uno de los pasajes más curiosos de 'Santísima Trinidad' es el dedicado a su crónica taurina 'El rabo de la señora presidenta' sobre una faena de Jesulín, recogida en la 'Enciclopedia Taurina Los Toros'.
-En la enciclopedia Cossío se recogen más artículos míos pero aquella de Jesulín provocó mi despido en el Diario de Noticias. En 1994 escribía sobre toros y urbanismo en ese periódico. Una concejala le regaló un rabo a Jesulín en San Fermín y publiqué una crónica titulada 'El rabo de la señora presidenta'. Joaquín Vidal, en El País, publicó otra titulada 'La tonta del bote'. Y Javier Villar, en El Mundo, 'El rabo de Roldán'. El alcalde de Pamplona llamó al director del periódico y me echaron. El Mundo recogió todo lo que me pasó. Lo curioso es que, años después, el Diario de Noticias publicó un artículo anunciando que aquella crónica mía había sido publicada en la enciclopedia Cossío.
-Con estas tres pasiones será fácil que usted sea feliz, ¿no?
-Sí, con estar hablando de toros con un buen vino y escuchando flamenco... Pero no tiene que ser un círculo cerrado. Hay un dicho muy taurino que dice: «El que solo sabe de toros no sabe de toros». Hay que tener el corazón más abierto. El flamenco, los toros y el vino son tres elementos que me gustan pero no los únicos que me gustan. Me gusta el vino, es un alimento esencial y es una de mis pasiones, pero puedo pasar de hablar de José Tomás a hablar de Ferrán Adriá.
-Y de Bodegas Ontañón...
-En Bodegas Ontañón he encontrado un concepto muy renacentista: un mecenas. Éste es un libro sin visión comercial porque no se habla de los vinos de Ontañón. Todo esto empieza cuando Gabriel Pérez Marzo, padre de Bodegas Ontañón, se encuentra con Miguel Ángel Sáinz, cuando éste estaba estudiando Bellas Artes en Madrid, y le encarga un monumento sobre Bretón de los Herreros. Entonces nadie en Quel sabía que ese autor era de allí.